lunes, 31 de marzo de 2008






Hermanos:

En la semana participé en la primera de las muchas reuniones que tendrá un grupo de organizaciones no gubernamentales (ONGs) para elaborar una Agenda Nacional Mínima de tres, o a los sumo cinco puntos, que trascienda las fronteras políticas y el corto plazo, y nos permita una planificación nacional, no de grupo político.

En esa reunión participaron cerca de 30 organizaciones de primer y segundo orden (organizaciones simples y coordinaciones de organizaciones simples).

Salí de la reunión esperanzado porque además de ver el esfuerzo y la seriedad con que las organizaciones hacen su trabajo, me conmovió la participación de un joven dominicano que al momento de agotar su turno al habla, dijo que el pueblo dominicano recelaba de esfuerzos como el que estábamos haciendo porque había sido engañado con religiosidad; pero que ellos, es decir, los jóvenes de esa organización, estaban dispuestos a dar el "Salto de Fe, sin condiciones, que fuera necesario para que la esperanza llegara a nuestro pueblo."

No pudo haberlo dicho mejor.

Lo dijo Ángel Pichardo, de Justicia Global.

Bueno, ahora a los nuestro.

Hoy les traigo un poema de otro Ángel, Ángel González, enormísimo poeta español fallecido a principios de este año.

Se trata de un poema en el cual "La Esperanza" es un ave y él nos va llevando por dónde pudo haber volado La Esperanza. Luego finaliza con una sentencia que nos dice por dónde no pudo haber volado, por donde no pudo haber sido vista:

"No en el lugar del pacto,
no en el de la renuncia,
jamás en el dominio de la conformidad
donde la vida se doblega, ¡nunca!

Que tengan bonita semana.

Mario



La Esperanza

Se habla de la esperanza últimamente.
Alguien la vio pasar por los suburbios de París,
allá hacia el año mil novecientos cuarenta y tantos.
Poco después aparecieron huellas de su vuelo en Roma.

También es cierto que desde las Antillas voló un día,
tan alta, que su sombra cubrió pueblos enteros,
acarició los montes y los ríos,
cruzó sobre las olas,
saltó a otros continentes, parecía. . .

Años más tarde,
un profesor ilustre
dedujo de unas plumas mancilladas,
halladas entre sangre
cerca de un arrozal,
en el Sudeste asiático,
que ahí estaba ella:
en el sitio y la hora de la ira.

No en el lugar del pacto,
no en el de la renuncia.
Jamás en el dominio
de la conformidad.
Donde la vida se doblega, nunca.


Ángel González

No hay comentarios: