domingo, 6 de febrero de 2011

Lunes 7 de febrero de 2011






Hermanos:

En este oficio de quijoteurbano, que me place ejercer de corazón,  y en los escasos momentos en que no hay a la vista gigantes ni molinos, suelo esforzarme por tener encuentros significativos con la variedad de seres con los cuales me toca compartir: Encuentros vitales. Así, preguntas como ¿Qué te conmueve? o ¿Por qué causas se agitan tus banderas? han sido, en ocasiones,  el "Ábrete sésamo" de relaciones plenas de significado. En algún momento y apoyando ese encuentro vital, llegué a decir:

"Dame tu más triste recuerdo.
Sé de un altar donde lo ofrendaremos
junto al más triste mío.

Así, cuando asome,
seguirá siendo triste,
pero no estará solo."

En ese caminar, un abuelo me dijo:

"Mario, mi niñez fue tan pobre que en una ocasión llegó a mi pueblo un circo y yo no tenía más de once años. Todos los niños queríamos ir a ver al domador de los leones, al hombre traga fuego, a la mujer culebra, a la niña más bella de este mundo que cantaba canciones de otras lenguas; pero yo no tenía la más mínima posibilidad de comprar la entrada. No me resigné. Salí al campo, me pasé la mañana maroteando* y traje una docena de mamones que se los entregué a quien creí que era el dueño del circo, a cambio de la entrada. Cuando vi la taquilla en mi mano, todo deseo anterior se hizo pequeño. Eran las dos de la tarde del día más brillante que podían recordar mis once años. En mi locura no puse atención a la fecha de la entrada y era de un color particular cada día. Cuando quise asistir al otro día, el desalmado taquillero me dijo que la taquilla estaba vencida."

Y el abuelo  agregó: "Después de tantos años, creo que es el recuerdo más triste de mi vida."

El abuelo me lo contó hace tiempo y ya era un hombre marcado por los años. La historia, estrictamente cierta, ocurrió en San Cristobal, en los primeros diez años del siglo pasado.

Bien, ahora a lo nuestro.

Hoy les traigo a Jorge Manrique con un fragmento de las "Coplas por la muerte de su padre" y otro poema particularmente hermoso, en ese castellano en sus inicios.

Que tengan bonita semana.

Mario
www.poemadelunes.blotspot.com
www.quijoteurbano.blogspot.com

* Marotear es, en Dominicana, la acción propia de los jóvenes, de recolectar, tumbar, recoger, frutos del campo sin necesidad de respetar linderos ni propiedades privadas.



Coplas a la muerte de su padre

Recuerde el alma dormida
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;

Cuán presto se va el placer
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo a nuestro parecer
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.

...

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar a la mar
que es el morir.

Allá van los señoríos
derechos a se acabar
e consumir.

Allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos;

allegados son iguales,
los que viven por sus manos
e los ricos.



Yo soy quien libre me vi....

Yo soy quien libre me vi,
yo, quien pudiera olvidaros;
yo só el que, por amaros,
estoy, desque os conocí,
"sin Dios, y sin vos, y mí"

Sin Dios, porque en vos adoro,
sin vos, pues no me queréis;
pues sin mí ya está de coro
que vos sois quien me tenéis.

Assi que triste nascí,
pues que pudiera olvidaros.
Yo so el que por amaros,
estó, desque os conoscí,
sin Dios, y sin vos, y mí.

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