domingo, 4 de noviembre de 2012

Lunes 5 de noviembre de 2012




Hermanos:

Este historia fue publicada en una entrega anterior de Poema de Lunes, pero en la semana me encontré de nuevo con ella y fue grato el encuentro. Ojalá que para ustedes también sea un grato encuentro.

Hace unos años un gran amigo me contó una conmovedora historia y me aseguró que la había leído en algún lugar y en algún tiempo, pero que no recordaba el nombre del autor ni tampoco el de los personajes.

Conociendo mi fascinación por la mar y sus misterios, tan pronto escuché  la historia me dije: "Esto tengo que compartirlo en Poema de lunes"

De manera que habiendo hecho la aclaración de la autoría, aquí va nuestra versión de lo ocurrido la Nochebuena de un año perdido en la memoria, a mediados del siglo pasado:

Juan era pescador de los mares del Norte. Pescando había aprendido que el hogar es un faro que siempre orienta el rumbo de navegantes y viajeros de toda tierra y mar.

Juan y María habían construido, amándose y pescando, su casa en un alto, frente al mar.

Una mañana de principios de octubre Juan se hizo a la mar en busca del bacalao. María quedó en la casa con los niños, manteniendo viva la llama de ese hogar.

La Nochebuena de ese año se desató una tormenta poco usual. María sabía que luego de dos largos meses de ausencia, Juan podía llegar de un momento a otro; pero su corazón le aseguraba que Juan estaba intentando llegar a puerto en medio de la tormenta.

Siguiendo los designios del corazón de María, Juan intentaba acercarse a puerto en una noche oscura y en medio de la tormenta.

Nunca se supo si fueron los niños o si María perdió en algún momento el equilibrio, lo cierto es que María, que tenía la certeza de que Juan llegaba, quiso subir con los niños al ático para desde allí atisbar mejor el horizonte, y en algún momento subiendo por la escalera de mano, la lámpara de queroseno que llevaba se cayó, se rompió, y el queroseno inició un voraz incendio que mantuvo ardiendo la casa de madera por horas.

Con las primeras luces del amanecer de Navidad y ya la mar en calma, María fue al puerto a recibir a Juan. Lo abrazó, lo besó, lo bendijo y le dijo: Anoche se quemó nuestra casa, y mientras ardía, yo, abrazada con lo niños, afuera, en la tormenta, le decía al Señor que no importaba la casa y le pedía que te trajera vivo.

Juan la abrazó, la besó, la bendijo y le dijo: anoche, en medio de la oscuridad y la tormenta, una casa en llamas nos marcó el camino.

Hasta aquí el relato. Ahora a lo nuestro.

Hoy les traigo a Rafael Alberti, poeta de mar,  con un breve poema de amor marino.

Que tengan bonita semana.

Mario
www.poemadelunes.blogspot.com
www.quijoteurbano.blogspot.com


Dime que sí

Dime que sí,
compañera,
marinera,
dime que sí.

Dime que he de ver la mar,
que en la mar he de quererte.
Compañera,
dime que sí.

Dime que he de ver el viento,
que en el viento he de quererte.
Marinera,
dime que sí.

Dime que sí,
compañera,
dime,
dime que sí.

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