Hermanos:
Como les dije en un correo anterior, Rosana Acquaroni, nuestra invitada del lunes 12 de febrero (http://poemadelunes.blogspot.com/search/label/Rosana%20Acquaroni ), se enteró de nuestra hermandad de “poema de lunes” y actualmente tenemos un enlace a su página www.rosanaacquaroni.com .
En esta semana les traemos dos poemas de Rosana y les recomendamos que al leerlos lo hagan escuchándolos en la voz de la misma Rosana y para eso les estamos copiando el enlace a la página de esos poemas con audio.
En alguna ocasión escuché a Juan Bosch decir que “los poetas lo saben todo” y Rosana Acquaroni navega “los bordes del enigma” y nos ayuda a descubrir realidades ocultas a los simples mortales.
Que tengan una bonita semana y una felicitación especial a todas las madres en su día.
Mario
En esta hora inexacta de la vida
http://www.rosanaacquaroni.com/detalle-poesia.asp?Id=21
En esta hora inexacta de la vida
donde cada habitación de la casa
nos lleva a una pregunta,
absurda en esta edad de juventud,
tras la resaca de lo sobrevivido
araño el paraíso
y cuento cada nube
para no olvidar nunca
cómo crece la nieve alrededor del miedo,
cómo crece la nieve mientras arde la hierba
y se amontona el silencio sobre el mundo.
(De Cartografía sin mundo, 1995)
Despacio
http://www.rosanaacquaroni.com/detalle-poesia.asp?Id=6
Te sonrío despacio con mis ojos de siempre.
Van pasando los pájaros de alas lunares,
van dejando las guerras sus portaviones altos,
y pájaros de fronda y maquinales pájaros,
juntos pueblan la tierra de blancas soledades.
El hombre de este siglo
ama la multiplicación de lápices y ejércitos,
la sombra del metal contra la rama,
a la mujer bañada por el aire,
irradiada de mar y eléctrica cintura.
Me sonrío despacio para que la tierra
gire infinita entre nosotros.
La mujer ama las palabras engarzadas con llanto.
Esa cima de mimbre que sostiene su cuerpo
son palabras cercanas venidas de muy lejos.
Gravedad de la espina cosida a sus escamas,
órbitas redondas nacidas con el mundo.
Crece en su galería la savia de la tierra
asciende atravesando el germen de la roca.
Dejará de ser párpado su vegetal altura,
y soñará remota con el hombre presente,
el que aguarda heladas manillas
de relojes ausentes y sonámbulos.
En su cráneo de siempre,
como glaciales mecánicos,
habitan telescopios que apuntan a la nieve.
El niño en este siglo sigue siendo mortal
como gota de llanto.
Terrestre y deslumbrado,
su corazón señala
como un sismógrafo triste,
su destino brutal, su desencanto.
Sensible a cualquier palabra o movimiento
encarama la isla de su frente
hasta un cielo de columpios automáticos.
Pero sus piececitos
aman aún el tibio estiércol del insecto y la nube,
la acidez de los mares,
la densidad temprana de su hermana la lluvia.
Oídme ahora:
Entended que hay también en este siglo
algunos huérfanos de signos
huidos para nunca.
Hombres y mujeres que ignoran
que el destino se esconde tras su nombre.
Su existencia reclama a los poetas.
Y la tierra,
que escucha su llanto sin palabras,
se llena de una nieve de angustia y universo.
(De Del mar bajo los puentes, 1988)
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