martes, 10 de febrero de 2009

Y yo me fui a Las Vegas queriendo ir a Bonao





Hermanos:

He regresado del "Norte revuelto y brutal", como diría un buen Martiano, y les comento que si comparo mis anteriores visitas a "The world of Concrete", en Las Vegas, con la que acabo de finalizar, debo llegar a la conclusión de que la crisis finaciera ha calado profundamente en el ánimo de los norteamericanos, por lo menos en el ánimo de las empresas y sus representantes.

Años atras, cuando solicitábamos información adicional y precios de distribuidor de algún producto, la respuesta llegaba desde la arrogancia: Envíenos el perfil de su empresa, el volumen de ventas anuales y le haremos llegar nuestra respuesta.

Hoy canta otro gallo. Los mismos arrogantes de ayer, hoy te preguntan qué pueden hacer para que tu negocio sea más próspero, y exhiben letreros solicitando distribuidores.

Hemos ganado todos. Es una pena que hayamos tenido que pasar por una crisis financiera global para llegar a la humildad, pero no aprendemos de otra forma; y ojalá haya sido un aprendizaje verdadero.

Por otra parte, sigo pensando que el jugador es alguien que está muerto y nadie se lo ha dicho. Miles de seres, sentados detrás de máquinas tragaperras o apostando al Poker, la Ruleta o el Black Jack; pasándoles la vida por el lado y ellos "inmóbiles al borde del camino".

Bueno, ahora a lo nuestro.

Hoy les traigo dos poemas de Angel González, enormísimo poeta español fallecido el año pasado. Disfrútenlo.

Que tengan bonita semana.

Mario


Meriendo algunas tardes

Meriendo algunas tardes:
no todas tienen pulpa comestible.

Si estoy junto a la mar
muerdo primero los acantilados,
luego las nubes cárdenas y el cielo
—escupo las gaviotas—,
y para postre dejo las bañistas
jugando a la pelota y despeinadas.

Si estoy en la ciudad
meriendo tarde a secas:
mastico lentamente los minutos
—tras haberles quitado las espinas—
y cuando se me acaban
me voy rumiando las sombras,
rememorando el tiempo devorado
con un acre sabor a nada en la garganta.


PARA QUE YO ME LLAME ÁNGEL GONZÁLEZ

Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo el mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.

Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.

De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento...

1 comentario:

soberbia dijo...

Hola....

Creo que hay que ser definitivamente dominicano para entender el titulo del post,( y yo lo entendí)me gustó y por eso me detuve a leelo ...

saludos