domingo, 11 de noviembre de 2012

Lunes 12 de noviembre de 2012



Hermanos:

Durante la semana Patricia y yo  asistimos a una conferencia dictada por el Doctor Enrique Rojas, médico psiquiatra español, bajo el título: Una teoría de la felicidad.

Desde el inicio de su disertación quedé atrapado porque empezó proponiendo una metáfora marinera y yo así no puedo. Ante cualquier metáfora de mar yo arrío las velas, rindo el barco y me entrego  sin condiciones.

Al mirar esos veleros en la alta mar, dijo, siguiendo el vaivén acompasado de las olas marinas, me asaltan tres preguntas:

¿De qué está hecho?

¿Cómo se mantiene a flote?

¿A qué puerto se dirige?

Para  completar la metáfora marina, le dio la vuelta a las preguntas y nos colocó a cada uno de nosotros en el centro, llevando una vida velero en la alta mar de la existencia:

¿De qué estoy hecho?

¿Qué me sustenta?

¿Adónde me dirijo?

En ese momento ya mis velas estaban arriadas y estaba en proceso de rendir el barco.

De qué estoy hecho es mi personalidad, Esa estructura que acoge y hace resonar al ser humano que soy.

Qué me sustenta son los principios que me mantienen a flote. ¿Dónde tengo fundada mi vida, en arena o en roca?

A qué puerto me dirijo es mi proyecto de vida.

La conferencia continuó con las bitácoras, las cartas marinas y los acantilados; hablando de la felicidad "esa mar sin orillas." Y no faltaron versos y poemas, y sugerencias de Petrarca y  Boccaccio.

Así, llegamos a descubrir unas condiciones necesarias para la felicidad:

Una personalidad equilibrada y madura

Un proyecto de vida fuertemente anclado a cuatro puertos:

El Puerto del Amor: Quien tiene una personalidad madura se entrega, por amor, a los demás. Y eso sólo puede hacerlo si tiene su amor, el suyo, el amor que acompaña su proyecto de vida, resuelto. "El amor es arte y es oficio, es corazón y cabeza"

El Puerto del Trabajo: La profesionalidad. Hacer las cosas bien porque en lo que hago va mi vida.

El Puerto de la Cultura: "La cultura es la estética de la inteligencia. La pirueta de crecer hacia adentro. La cultura es libertad."

Y el Puerto de la Amistad: Ese abrirnos a alguien y permitirle que entre en nuestro mundo interior, en nuestra intimidad.

Al final, a manera de síntesis o resumen, dijo. aunque no textual:

La felicidad consiste en un estado interior de alegría al comprobar que nuestra personalidad, nuestros valores y nuestro proyecto de vida nos han llevado por un camino en el que hemos hecho con nuestras vidas el mayor bien posible y al menor mal consciente.

Bien, ahora a lo nuestro.

En el último momento de su conferencia, el Doctor Enrique Rojas al finalizar una respuesta a una pregunta sobre la amistad, recitó la estrofa de "Elegía" de Migue Hernández que dice:

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas
compañero del alma, compañero.

Ramón Sijé era su amigo.


Hoy les traigo completo  el poema de Miguel Hernández "Elegía por la muerte de Ramón Sijé." Disfrútenlo.

Que tengan bonita semana.

Mario
www.poemadelunes.blogspot.com

www.quijoteurbano.blogspot.com


PD: La foto es de la manifestación contra la reforma tributaria. Acabo de regresar de ella y fue extraordinaria. El pueblo dominicano está vivo y pateando!!!


Elegía

 

(En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como el rayo Ramón Sijé, a quien tanto quería.)

 

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

 

 







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