domingo, 12 de mayo de 2013

Lunes 13 de mayo de 2013





"...Cuando todos vivíamos
recíprocos y juntos
cuidando las heridas..."
                            Rosana Acquaroni


Hermanos:

Los dominicanos tenemos que recuperar y sanar el tejido social.


Cuando era niño, todos los mayores de mi calle eran mis padres y mis madres; todos los de mi edad y menores que yo eran mis hermanos y mis hermanas, entrañables; los niños mayores que yo, que podían ser hostiles o afectuosos, siempre fueron hermanos, aunque quizás queridos desde lejos por un cierto temor a lo imprevisto; y las niñas mayores que yo, ¡ay, esas niñas...!,  siempre fueron bellas y deseables: faldita azul y helado.

Hoy, de esa relación familiar que unificaba el tejido social sólo queda la fascinación por las niñas, ahora crecidas y mayores, pero siempre bellas. Hoy, la sospecha de segundas intenciones ha generado una desconfianza que nos destruye.

Conozco dos iniciativas que pueden revertir ese proceso destructor. Ya he comentado en otras ocasiones una de ellas. Se trata del "Trabajo comunitario no remunerado". Para que ese trabajo tenga el efecto sanador del tejido social, debe ser realizado en un ambiente lo más alejado posible del ambiente seguro de quien ofrece su trabajo. Es decir, si mi entorno seguro es Gazcue, mis amigos, mi parroquia; debo ir a La Ciénaga, por poner un ejemplo, y hablar con una comunidad, una junta de vecinos, una parroquia y ponerme a su servicio: aquí estoy, pueden contar con 3 o 4 horas de trabajo mías a la semana, díganme que hago. Ese trabajo, en esas condiciones, repara el tejido social en el muy corto plazo.

La segunda iniciativa surgió en una reunión de un grupo de amigos, unidos todos por la participación en el movimiento social. Comentábamos que una de las mayores fortalezas y uno de los mayores valores de la Coalición Educación Digna (CED)  era que había generado entre sus miembros lazos de cariño y confianza muy fuertes. Esos fuertes lazos de cariño y confianza eran el resultado del trabajo en común y de que todos en la CED nos sabíamos libres de segundas intenciones. Nadie andaba buscando un cargo público, ninguno perseguía provecho personal. La existencia de segundas intenciones,  la presencia de la doble agenda, de alguna manera misteriosa es percibida por los demás e inmediatamente nace la desconfianza.

¿Cómo lograr que esos lazos de cariño y confianza se extiendan a toda la sociedad dominicana?

Estoy seguro de que la respuesta a esa pregunta es compleja y que son muchas y variadas las acciones que deberemos poner en movimiento para lograr ese objetivo; pero podemos ir avanzando en ese camino si nos libramos de las segundas intenciones y en nuestro día vamos con una actitud que diga "Dominicano (o dominicana), aquí estoy ante ti vulnerable, con mis defensas bajas, cuídame, que yo tampoco te haré daño." Además de andar nuestro día con esa actitud, debemos comunicar verbalmente ese mensaje a aquellas personas que sintamos que lo merecen. Si esa declaración de amor dominicano se socializa sería como un bálsamo sanador para una sociedad que no se da siquiera  los buenos días.

Bien, ahí les dejo el trabajo voluntario en ambiente inseguro y la declaración de amor dominicano totalmente libre de segundas intenciones, ahora a lo nuestro.

Hoy les traigo a Rosana Acquaroni, extraordinaria poeta española, autora del fragmento que da inicio a esta entrega. "La misma incertidumbre" disfrútenla.

Que tengan bonita semana.

Mario




La misma incertidumbre



La misma incertidumbre 
con la que un día preciso
que ya fuiste acordando sin saberlo, 
comienza a desprenderse
la leve gasa que ocultara
                la trama de tu herida, 
una herida reciente que late sin hablar
y está tan dentro 
que tu vida depende de mantenerla viva.
Con la misma soltura
con la que cada órgano se acomoda para el parto 
y  se  abre un trecho de luz  
en mitad de tu cuerpo,  
una tarde descubres 
que no puedes contar tus cicatrices 
pues sus bordes te unen a fragmentos de otros, 
a vidas paralelas,
                     a bálsamos  de humo.   

Y es entonces   que esa herida se cumple  
y es más cierta que el mundo, 
nos regresa al origen, 
sus lámparas de arena, 
la palabra en el vientre, 
cuando todos vivíamos  
recíprocos y juntos 
cuidando las heridas




"Precisamente porque soñamos, tenemos derecho a la utopía; y la vida carece de sentido cuando no la vivimos persiguiendo el sueño"

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