lunes, 12 de marzo de 2007

Lunes 12 de Marzo de 2007

Hermanos:

Esta semana estoy de luto.

Ha salido del aire, y quiero pensar que sólo temporalmente, el programa radial que iluminaba el inicio de mi jornada.

Me refiero a “Tu me dices, yo te digo”, de Susie Caraballo y César Perelló; y que hasta el momento de su salida del aire se transmitía por Quisqueya FM, en los 96.1 MHz, de lunes a viernes de 7 a 9 de la mañana.

César, Susie, no permitan que esa hermosa experiencia muera. Si necesitan apoyo me avisan que arrimo el hombro y estoy seguro de que como yo, muchos.

En el blog en donde publico los poemas de lunes, es decir en www.poemadelunes.blogspot.com , estoy incluyendo videos con poemas. Actualmente tengo unos poemas de “20 poemas de amor y una canción desesperada” en la voz de Neruda, con imágenes del poeta en su casa, todavía en construcción, en Isla Negra. También tengo un fragmento de la película “El lado oscuro del corazón” en donde Oliverio, vencido por el desamor, le recita unos versos de Benedetti a una cajera de banco: “Tengo una soledad tan concurrida, tan llena de nostalgias y de rostros de vos…”

Hoy les traigo un poema de Benedetti (me encanta que es un Mario). En este poema, que es uno de los que más me gusta de Benedetti, el poeta nos presenta dos historias de amor, mejor dicho, una historia de amor y otra de desamor; y lo hace en el marco de lo que él imagina que se esta diciendo una pareja que él está viendo, a la izquierda del roble, en el jardín botánico.

Que tengan una bonita semana,

Mario

www.poemadelunes.blogspot.com

www.quijoteurbano.blogspot.com



A la izquierda del roble

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero el Jardín Botánico es un parque dormido
en el que uno puede sentirse árbol o prójimo
siempre y cuando se cumpla un requisito previo.
Que la ciudad exista tranquilamente lejos.

El secreto es apoyarse digamos en un tronco
y oír a través del aire que admite ruidos muertos
como en Millán y Reyes galopan los tranvías.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero el Jardín Botánico siempre ha tenido
una agradable propensión a los sueños,
a que los insectos suban por las piernas
y la melancolía baje por los brazos
hasta que uno cierra los puños y la atrapa.

Después de todo el secreto es mirar hacia arriba
y ver cómo las nubes se disputan las copas
y ver cómo los nidos se disputan los pájaros.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
¡ah…! , pero las parejas que huyen al Botánico,
ya desciendan de un taxi o bajen de una nube,
hablan por lo común de temas importantes
y se miran fanáticamente a los ojos
como si el amor fuera un brevísimo túnel
y ellos se contemplaran por dentro de ese amor.

Aquellos dos por ejemplo a la izquierda del roble
(también podría llamarlo almendro o araucaria
gracias a mis lagunas sobre Pan y Linneo)
hablan y por lo visto las palabras
se quedan conmovidas a mirarlos
ya que a mí no me llegan ni siquiera los ecos.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero es lindísimo imaginar qué dicen
sobre todo si él muerde una ramita
y ella deja un zapato sobre el césped
sobre todo si él tiene los huesos tristes
y ella quiere sonreír pero no puede.

Para mí que el muchacho está diciendo
lo que se dice a veces en el Jardín Botánico.

Ayer llegó el otoño
el sol de otoño
y me sentí feliz
como hace mucho
qué linda estás
te quiero.
En mi sueño
de noche
se escuchan las bocinas,
el viento sobre el mar
y sin embargo aquello
también es el silencio,
mírame así
te quiero.
Yo trabajo con ganas
hago números,
fichas,
discuto con cretinos,
me distraigo y blasfemo;
dame tu mano
ahora
ya lo sabés
te quiero;
pienso a veces en Dios,
bueno…, no tantas veces,
no me gusta robar
su tiempo
y además está lejos,
vos estás a mi lado
ahora mismo estoy triste,
estoy triste y te quiero.
Ya pasarán las horas,
la calle como un río,
los árboles que ayudan,
el cielo,
los amigos…,
y qué suerte,
te quiero.
Hace mucho era niño,
hace mucho y qué importa;
el azar era simple
como entrar en tus ojos,
dejame entrar,
te quiero,
menos mal que te quiero.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero puede ocurrir que de pronto uno advierta
que en realidad se trata de algo más desolado
uno de esos amores de tántalo y azar
que Dios no admite porque tiene celos.

Fíjense que él la acusa con ternura
y ella se apoya contra la corteza
fíjense que él va tildando recuerdos
y ella se consterna misteriosamente.

Para mí que el muchacho está diciendo
lo que se dice a veces en el Jardín Botánico.

Vos lo dijiste,
nuestro amor
fue desde siempre un niño muerto,
sólo de a ratos parecía
que iba a vivir
que iba a vencernos;
pero los dos fuimos tan fuertes
que lo dejamos sin su sangre,
sin su futuro,
sin su cielo,
un niño muerto
sólo eso;
maravilloso y condenado.
Quizá tuviera una sonrisa
como la tuya,
dulce y honda,
quizá tuviera un alma triste
como mi alma,
poca cosa.
Quizá aprendiera con el tiempo
a desplegarse,
a usar el mundo;
pero los niños que así vienen
muertos de amor,
muertos de miedo,
tienen tan grande el corazón
que se destruyen sin saberlo.
Vos lo dijiste,
nuestro amor
fue desde siempre un niño muerto;
y qué verdad dura y sin sombra,
qué verdad fácil y qué pena,
yo imaginaba que era un niño
y era tan sólo un niño muerto.
¿Ahora qué queda?
Sólo queda
medir la fe y que recordemos
lo que pudimos haber sido
para él
que no pudo ser nuestro.
¿Qué más?
Acaso cuando llegue
un veintitrés de abril y abismo,
vos donde estés
llevale flores,
que yo también iré contigo.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero el Jardín Botánico es un parque dormido
que sólo despierta con la lluvia.

Ahora la última nube ha resuelto quedarse
y nos está mojando como alegres mendigos.

El secreto está en correr con precauciones
a fin de no matar ningún escarabajo
y no pisar los hongos que aprovechan
para crecer desesperadamente.

Sin prevenciones me doy vuelta y siguen…
aquellos dos, a la izquierda del roble,
eternos y escondidos en la lluvia
diciéndose quién sabe qué silencios.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes;
pero cuando la lluvia cae sobre el Botánico,
aquí se quedan sólo los fantasmas.

Ustedes pueden irse.
Yo me quedo.

Mario Benedetti

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