Hermanos:
Ya estoy de regreso en Santo Domingo luego de una semana extraordinaria en compañía Patricia, nuestros hijos y sus abuelos maternos.
Estuvimos en Pittsburgh, Pennsylvania, visitando a Laura y Mario que inician su vida de casados en esa hermosa ciudad norteamericana.
Del viaje les quiero comentar la visita que hicimos a la casa de Edgar Kaufmann, diseñada y construida por Frank Lloyd Wright, poeta de la arquitectura o quizás arquitecto de la poesía.
La casa se llama "Fallingwater" y si no fuera porque tengo la certeza de que el nombre es palabra compuesta en idioma inglés, hubiera jurado que se trataba de una voz en lengua de indios pueblos: "Aguacayendo".
Está situada en un parque natural y tiene una interacción tal con la naturaleza, que un arroyo se integra a la casa y los árboles y las rocas son parte del ambiente de la casa misma.
Como ingeniero civil sentí admiración y júbilo al ver las dimensiones de las terrazas en voladizo y la magia de la cáscara plegada en la pasarela existente entre la casa principal y la casa de huespedes.
Como pichón de poeta sólo puedo decir ¡Que agradable sensación la de esta casa!.
Cuánto conocía este hombre la dimensión humana y qué buen intento de acercarla a la divina.
No acostumbro a tomar fotos (bajo el alegato de que no se puede ser espectador, ¡hay que involucrarse!), pero tengo algunas fotos que no puedo publicar porque las reglas de aquel que visita la casa, imponen que toda foto sea de uso privado y de manera expresa prohíben su publicación en Internet. Eso tendrá que cambiar en algún momento, porque luego de que vi la casa, ya esa visión es mía y debería poder compartirla a voluntad, sin lucrar, pero poder compartirla. Esa ventaja tiene la poesía, luego de que sale del poeta, la poesía es de quien la dice o de quien la necesita.
No obstante, he burlado el asunto de la no publicación porque he encontrado en Internet una página con fotos de la casa. Aquí les envío una foto y el enlace para que puedan ver las otras fotos y la historia de la casa. Si alguien se siente molesto o siente burlados sus derechos por la publicación de la foto, en este correo o en la página de poema de lunes, que me escriba y la retiro, rabiando a muerte, pero la retiro.
Bueno, ahora a lo nuestro.
Hoy les traigo un poema que casi estoy seguro de que lo he repetido, pero no puedo colocar otro poema luego de haber hablado de "Aguacayendo".
Se trata de "A la izquierda del roble" de Mario Benedetti.
Que tengan bonita semana.
Mario
A la izquierda del roble
No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero el Jardín Botánico es un parque dormido
en el que uno puede sentirse árbol o prójimo
siempre y cuando se cumpla un requisito previo:
Que la ciudad exista tranquilamente lejos.
El secreto es apoyarse digamos en un tronco
y oír a través del aire que admite ruidos muertos
como en Millán y Reyes galopan los tranvías.
No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero el Jardín Botánico siempre ha tenido
una agradable propensión a los sueños,
a que los insectos suban por las piernas
y la melancolía baje por los brazos
hasta que uno cierra los puños y la atrapa.
Después de todo el secreto es mirar hacia arriba
y ver cómo las nubes se disputan las copas
y ver cómo los nidos se disputan los pájaros.
No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
ah..., pero las parejas que huyen al Botánico
ya desciendan de un taxi o bajen de una nube
hablan por lo común de temas importantes
y se miran fanáticamente a los ojos
como si el amor fuera un brevísimo túnel
y ellos se contemplaran por dentro de ese amor.
Aquellos dos por ejemplo a la izquierda del roble
(también podría llamarlo almendro o araucaria
gracias a mis lagunas sobre Pan y Linneo)
hablan y por lo visto las palabras
se quedan conmovidas a mirarlos
ya que a mí no me llegan ni siquiera los ecos.
No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero es lindísimo imaginar qué dicen
sobre todo si él muerde una ramita
y ella deja un zapato sobre el césped
sobre todo si él tiene los huesos tristes
y ella quiere sonreír pero no puede.
Para mí que el muchacho está diciendo
lo que se dice a veces en el Jardín Botánico.
Ayer llegó el otoño
el sol de otoño
y me sentí feliz
como hace mucho
qué linda estás
te quiero.
En mi sueño
de noche
se escuchan las bocinas
el viento sobre el mar
y sin embargo aquello
también es el silencio
mírame así
te quiero.
Yo trabajo con ganas
hago números
fichas
discuto con cretinos
me distraigo y blasfemo
dame tu mano
ahora
ya lo sabés
te quiero,
pienso a veces en Dios
bueno no tantas veces
no me gusta robar
su tiempo
y además está lejos
vos estás a mi lado.
Ahora mismo estoy triste,
estoy triste y te quiero.
Ya pasarán las horas
la calle como un río
los árboles que ayudan
el cielo
los amigos
y qué suerte
te quiero.
Hace mucho era niño
hace mucho y qué importa
el azar era simple
como entrar en tus ojos
dejame entrar
te quiero
menos mal que te quiero.
No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero puede ocurrir que de pronto uno advierta
que en realidad se trata de algo más desolado
uno de esos amores de tántalo y azar
que Dios no admite porque tiene celos.
Fíjense que él acusa con ternura
y ella se apoya contra la corteza
fíjense que él va tildando recuerdos
y ella se consterna misteriosamente.
Para mí que el muchacho está diciendo
lo que se dice a veces en el Jardín Botánico.
Vos lo dijiste
nuestro amor
fue desde siempre un niño muerto
sólo de a ratos parecía
que iba a vivir
que iba a vencernos
pero los dos fuimos tan fuertes
que lo dejamos sin su sangre
sin su futuro
sin su cielo
un niño muerto
sólo eso
maravilloso y condenado.
Quizá tuviera una sonrisa
como la tuya:
dulce y honda.
Quizá tuviera un alma triste
como mi alma:
poca cosa.
Quizá aprendiera con el tiempo
a desplegarse
a usar el mundo,
pero los niños que así vienen
muertos de amor,
muertos de miedo,
tienen tan grande el corazón
que se destruyen sin saberlo.
Vos lo dijiste:
nuestro amor
fue desde siempre un niño muerto.
Yqué verdad dura y sin sombra,
qué verdad fácil y qué pena.
Yo imaginaba que era un niño
y era tan sólo un niño muerto.
¿Ahora qué queda?
Sólo queda
medir la fe y que recordemos
lo que pudimos haber sido
para él
que no pudo ser nuestro.
¿Qué más?
Acaso cuando llegue
un veintitrés de abril y abismo,
vos donde estés
llevale flores
que yo también iré contigo.
No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero el Jardín Botánico es un parque dormido
que sólo despierta con la lluvia.
Ahora la última nube ha resuelto quedarse
y nos está mojando como alegres mendigos.
El secreto está en correr con precauciones
a fin de no matar ningún escarabajo
y no pisar los hongos que aprovechan
para nadar desesperadamente.
Sin prevenciones me doy vuelta y siguen
aquellos dos a la izquierda del roble
eternos y escondidos en la lluvia
diciéndose quién sabe qué silencios.
No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero cuando la lluvia cae sobre el Botánico
aquí se quedan sólo los fantasmas.
Ustedes pueden irse.
Yo me quedo.
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