lunes, 29 de septiembre de 2008

Trazas de intolerancia




Hermanos:

Se acaba el año, ya en esta semana inicia octubre y la semana pasada llegó el otoño, el sol de otoño, en este hemisferio. Bueno, eso de que ha llegado el otoño es para aquellos que tengan otoño, porque como dice un chiste nuestro, aquí en Santo Domingo hay solamente dos estaciones: verano e infierno.

En la semana he descubierto trazas de intolerancia en mi conducta, y paso a explicarme:

En alguna ocasión dije que la vida en Santo Domingo era una gran pachanga. No nos tomamos en serio, el futuro se muere con la tarde y el despertar de la mañana es un acto de Fe.

Me confieso dominicano y como tal me acomoda esa visión, pero es necesario que le pongamos ciertos límites porque esta realidad se ha desbordado y no todo puede ser pachanga y desenfreno. Tenemos que, aunque sea mínimamente, retomar el respeto a las leyes de tránsito, un poco de temor a la autoridad, no hay necesidad de sacar pistolas en un pequeño accidente de tránsito; como dice la canción escolar: "respetemos a nuestros mayores..." En fin, que me he descubierto exhibiendo cierta intolerancia hacia ese irrespeto galopante y sin freno.

Todavía no debo preocuparme, porque aúnque la intolerancia es un señal inequívoca de vejez, como dije antes, son solamente trazas las que tengo. Además, por suerte para mi, llevo siempre cercana a Mafalda, que al escuchar a su papá decir: "¡¡esto es el acabose!!"; le respondió: "No, este es el continuose del empezose de ustedes".

Ahora a lo nuestro.

Hoy les traigo de nuevo a Carilda Oliver Labra, cubana de Matanzas que, al decir de los que me contaron de su vida, ha encontrado un amor joven con quien comparte sus años y sus gatos. Aquí tienen una muestra de su obra "Memoria de la fiebre"

Que tengan bonita semana.

Mario
www.poemadelunes.blogspot.com
www.quijoteurbano.blogspot.com



La cita rota

Para empezar más pronto el día
me levanté temprano.
fuia a a peluquería;
miré al cielo y el sol estaba sano;
pedí un moño: alto como mi alegría.

Después compré un perfume lento
como una aguja,
y turbulento:
casi de bruja...

Cuidé de no almorzar demasiado,
de no fruncir el ceño,
y puse mucho empeño
en parecer no una muchacha sino un sueño.

Di órdenes a mis ojos
(ciencia rara)
y pensé: Carilda clara,
tíñete los labios con pecesitos rojos...

Ah, mi vestido...
Era hermoso como una revolución,
como un lirio mecido
(lo comparaba con tu corazón)

Encendí dos velas...
dije una mala palabra -que no repetiría-
y destrocé, llorando, mis novelas:
¡a las cuatro llovía...!



Carta V

Los ojos con que buscas una llaga
los echo a no crecer sobre la tierra;
tu mano que se dobla o que se cierra
que quede con la lámpara que apaga...

El corazón que tienes de algún modo
no puedo regalárselo a los lirios...
Será mejor para encender martirios
o para no latir dentro del lodo.

La boca con que muerdes la ceniza
la dejo entre la sal, bajo la tiza,
contra un muro de rápidos inviernos.

El alma que te puse te la quito;
y le cuelgo una flor negra de grito
y camino hacia abril... para perdernos.


Carilda Oliver Labra

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