domingo, 7 de noviembre de 2010

Lunes 8 de noviembre de 2010







Hermanos:

La semana la he pasado meditando un pasaje del evangelio del domingo pasado porque tiene presencia actual con los temas que me tocan.

Me refiero al pasaje de Zaqueo, Lucas 19, 1-10. Básicamente nos habla de Zaqueo, un recaudador de impuestos, que la escritura lo presenta como un hombre corrupto, y que se sube en un árbol porque desea ver a Jesús que viene entrando en Jericó. Jesús, al pasar, lo llama y le dice que baje del árbol  y le informa que se alojará en su casa.

Desde nuestra realidad la pregunta que me hago es: ¿Cómo debo actuar ante nuestros Zaqueos? ¿Cómo actuar ante el corrupto?

Por una parte sé que no soy quien para juzgar al ser humano, yo, pecador confeso; pero al mismo tiempo siento que falto a mi responsabilidad cuando no hago evidente mi repudio a tanto robo de los fondos públicos, a tanta desvergüenza.

Nuestra justicia ha sido incapaz de actuar y hoy tenemos una sociedad en la que conviven graciosamente y pasando como honorables, seres humanos que han debido estar presos por el daño que han hecho, sobre todo si se conoce la relación íntima que existe entre corrupción y pobreza.

En mis reflexiones he llegado a sentir que es necesario el enfrentamiento social público al corrupto. Zaqueo, era repudiado públicamente por su sociedad. Jesús acogió a un repudiado socialmente, a un excluido, no es el caso de nuestros corruptos, que son honorables y alabados por siempre, además, el repudiado sintió necesidad de ver a Jesús y subió en un árbol.

En este lunes he querido lanzar estas ideas con el ánimo de que me ayuden a discernir qué hacer. ¿Cómo crear una reacción adversa socialmente a la corrupción?

Bien, ahora a lo nuestro.

Hoy les traigo a José Martí, enormísmo poeta y patriota cubano y antillano.
Que tengan bonita semana.
Mario



Banquete de tiranos
Hay una raza vil de hombres tenaces
De sí propios inflados, y hechos todos,
Todos del pelo al pie, de garra y diente;
Y hay otros, como flor, que al viento exhalan
En el amor del hombre su perfume.
Como en el bosque hay tórtolas y fieras
Y plantas insectívoras y pura
Sensitiva y clavel en los jardines.
De alma de hombres los unos se alimentan:
Los otros su alma dan a que se nutran
Y perfumen su diente los glotones,
Tal como el hierro frío en las entrañas
De la virgen que mata se calienta.

A un banquete se sientan los tiranos,
Pero cuando la mano ensangrentada
Hunden en el manjar, del mártir muerto
Surge una luz que les aterra, flores
Grandes como una cruz súbito surgen
Y huyen, rojo el hocico, y pavoridos
A sus negras entrañas los tiranos.
Los que se aman a sí, los que la augusta
Razón a su avaricia y gula ponen:
Los que no ostentan en la frente honrada
Ese cinto de luz que en el yugo funde
Como el inmenso sol en ascuas quiebra
Los astros que a su seno se abalanzan:
Los que no llevan del decoro humano
Ornado el sano pecho: los menores
Y los segundones de la vida, sólo
A su goce ruin y medro atentos
Y no al concierto universal.

Danzas, comidas, músicas, harenes,
Jamás la aprobación de un hombre honrado.
Y si acaso sin sangre hacerse puede,
Hágase... clávalos, clávalos
En el horcón más alto del camino
Por la mitad de la villana frente.
A la grandiosa humanidad traidores,
Como implacable obrero
Que un féretro de bronce clavetea,
Los que contigo
Se parten la nación a dentelladas.

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