domingo, 26 de junio de 2011

Lunes 27 de junio de 2011

Hermanos:

Me lo contó Gregorio, hombre de campo nacido y formado en los humedales de los cacaos  del  bajo Yuna. Hombre recio y de palabra, gallero por demás.

Así me dijo Don Gregorio:

"Cuando era niño, en la primera mitad del siglo pasado, vivía con Mamá Cecilia, mi abuela, en Pimentel, un pequeño pueblo atravesado por  un ferrocarril que a golpe de silbato marcaba e imponía el ritmo de la vida. En la Casa de Balcón, como era conocida la casa de mi abuela, primos y tíos compartían esa vida.

Tío Ángel y Salvador, aunque uno era mi tío y el otro mi primo, eran contemporáneos y adolescentes. Una mañana, tío Ángel le comentó a Salvador que había soñado que un niño, conocido por todos y que  ya había muerto, le indicaba el lugar preciso en donde encontraría una botijuela repleta de  morocotas.  Pues bien, ambos coordinaron para salir a buscar la botijuela, conforme las instrucciones del niño, en la madrugada del día siguiente.

Yo estaba en la Casa  de Balcón pero no me levanté ni participé en nada, de hecho estaba durmiendo cuando mi tío y mi primo se levantaron en la madrugada para iniciar la búsqueda de la botijuela. Lo cierto es que Mamá Cecilia, que desde su cama tenía un ángulo que dominaba la puerta principal de la Casa de Balcón, al verlos salir les dijo: "No se lleven a Gregorio que es muy pequeño"

Tio Àngel y Salvador se devolvieron y se acostaron en el acto, olvidando para siempre la botijuela, seguros de que esa madrugada, el muerto andaba con ellos."

Bien, luego de ese sucedido, anclado en las raíces profundas de mi vida, vamos a lo nuestro.

Hoy les traigo dos reflexiones de Manuel del Cabral, poeta dominicano extraordinario.

Que tengan bonita semana.

Mario
www.oemadelunes.blogspot.com
www.quijoteurbano.blogspot.com


I

La del río qué blanda,
pero qué dura es esta.

La que cae de los ojos
es un agua que piensa.


II

Enséñame viejo puente
a dejar pasar el río...



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