Hermanos:
Durante la semana he llevado conmigo la poesía de Ángel González.
Aquí les traigo tres poemas de Ángel González, si desean escucharlos en la voz del poeta, accedan a www.poemadelunes.blogspot.com y encontrarán el enlace.
Que tengan una bonita semana.
Mario
Cuando estoy en Madrid
Cuando estoy en Madrid,
las cucarachas de mi casa protestan porque leo por las noches.
La luz no las anima a salir de sus escondrijos,
y pierden de ese modo la oportunidad de pasearse por mi dormitorio,
lugar hacia el que
-por oscuras razones-
se sienten irresistiblemente atraídas.
Ahora hablan de presentar un escrito de queja al presidente de la república,
y yo me pregunto:
¿en qué país se creerán que viven?;
estas cucarachas no leen los periódicos.
Lo que a ellas les gusta que yo me emborrache
y baile tangos hasta la madrugada,
para así practicar sin riesgo alguno
su merodeo incesante y sin sentido, a ciegas
por las anchas baldosas de mi alcoba.
A veces las complazco,
no porque tenga en cuenta sus deseos,
sino porque me siento irresistiblemente atraído,
por oscuras razones,
hacia ciertos lugares muy mal iluminados
en los que me demoro sin plan preconcebido
hasta que el sol naciente anuncia un nuevo día.
Ya de regreso en casa, cuando me cruzo por el pasillo con sus pequeños cuerpos que se evaden con torpeza y con miedo hacia las grietas sombrías donde moran, les deseo buenas noches a destiempo -pero de corazón, sinceramente-, reconociendo en mí su incertidumbre, su inoportunidad, su fotofobia, y otras muchas tendencias y actitudes que -lamento decirlo- hablan poco a favor de esos ortópteros.
Artritis metafísica
Siempre alguna mujer me llevo de la nariz (para no hacer mención de otros apéndices). Anillado como un mono doméstico, salte de cama en cama. ¡Cuánta zalema alegre, qué equilibrios tal altos y difíciles, qué acrobacias tan ágiles, qué risa! Aunque era un espectáculo hilarante, hubo quien se dolió de mis piruetas, lo cual no es nada extraño: en semejante trance yo mismo me rompí el alma en más de una ocasión. Es una pena que esos golpes que, entregados al júbilo del vuelo, entonces casi no sentimos, algunas tardes ahora, en el otoño, cuando amenaza lluvia y viene el frío, nos vuelvan a doler tanto en el alma; renovado dolor que no permite reconciliar el sueño interrumpido. En esas condiciones no hay alivio posible: ni el bálsamo falaz de la nostalgia, ni el más firme consuelo del olvido.
Canción de invierno y de verano
Cuando es invierno en el mar del Norte
es verano en Valparaíso.
Los barcos hacen sonar sus sirenas al entrar en el puerto de Bremen
con jirones de niebla y de hielo en sus cabos,
mientras los baladros soleados arrastran
por la superficie del Pacífico Sur bellas bañistas.
Eso sucede en el mismo tiempo,
pero jamás en el mismo día.
Porque cuando es de día en el mar del Norte
—brumas y sombras absorbiendo restos de sucia luz—
es de noche en Valparaíso
— rutilantes estrellas lanzando agudos dardos a las olas dormidas—.
Cómo dudar que nos quisimos,
que me seguía tu pensamiento
y mi voz te buscaba —detrás,
muy cerca, iba mi boca—.
Nos quisimos, es cierto, y yo sé cuánto:
primaveras, veranos, soles, lunas.
Pero jamás en el mismo día.
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