lunes, 25 de febrero de 2008

Lunes 25 de Febrero de 2008

Hermanos:

El próximo miércoles 27 de Febrero es día de la Independencia Nacional, un feriado patriótico inamovible que nos pronostica una semana corta, de 36 horas laborables, como las europeas, digamos.

El pasado miércoles 20 de Febrero me tocó pronunciar la exhortación final en un acto en el que un grupo de organizaciones de la sociedad civil presentaban unas propuestas de participación democrática y control social, de cara a las muy próximas elecciones presidenciales; y en ese momento decía que nosotros, los dominicanos, tenemos derecho a la utopía, que ya habían pagado su precio con creces los que habían entregado sus vidas persiguiendo ese sueño.

Nuestro pueblo existe en una red de relaciones feudales de lealtades y dádivas. No hay conciencia clara de derechos y deberes. No nos sentimos con derecho a la utopía.
Este próximo miércoles 27 de Febrero, en una tradición que tiene más de 20 años, iré con mi familia a ver izar la bandera y a escuchar el himno el Parque Independencia, a las 8:00 AM.

Es una hermosa manera de iniciar el día.

Si se animan, nos encontramos y luego podemos compartir pan y café con leche, ¡Que alegría!

Ahora a lo nuestro.

Hoy les traigo dos poemas de Franklin Mieses Burgos, poeta dominicano extraordinario.

Que tengan bonita semana.

Mario


PD: Sé que en estos tiempos de un Internet salvaje, la cantidad de correos que se reciben es superior por mucho a las que se pueden manejar.
"Poema de lunes" no quisiera ser un correo molesto. Hay una forma de suscribirse a la página web de "poema de lunes" y leer las actualizaciones en algo como "google reader".
Bueno, lo que quiero que sepan es que si desean, pueden cancelar la suscripción, yo no me pongo bravo y entiendo las razones.



CANCIÓN DE LOS OJOS QUE SE FUERON

Se me fueron los ojos por mirar la presencia
posible de las cosas que pasan como el río,
como el pájaro blanco de una luna sin alas,
como el cristal en donde se desnuda el silencio.

Desde niño se fueron...
y ahora tengo en la sangre
otros ojos que miran por encima del aire,
por encima de toda transparencia distante,
y esta es mi pena ahora: el término y distancia;
el que yo muera siempre, mientras los otros cantan
cuando yo me deshago de llanto entre las yerbas
buscando la sonrisa que olvidan las estrellas
al huir presurosas ante la luz del día.


Yo me iría tirando también como los otros
en un cauce perfecto mis redondas palabras;
pero no puedo, no; hay otras formas mudas
que me llaman más hondo que la voz de las aguas.


Yo sé que nadie ignora la vida de mis ojos
allí donde la niebla tiene rosas moradas,
y el silencio devora la imagen de otra luna
hecha de anochecidas canciones apagadas;
allí donde los nardos son palomas crecidas
con las alas quebradas,
y el jilguero no es sólo la dulzura de un canto,
sino una ruta ancha por donde de puntillas
llega de noche el alba;
quiero decir: allí donde todas las hojas
elaboran por dentro de la savia fecunda
de sus verdes entrañas,
la presencia de una primavera enterrada,
en donde están gritando de angustia por su vida
las rosas que no nacen;
allí están mis ojos: los ojos de mi sangre,
los que miran tan sólo por encima del aire,
por encima de toda transparencia distante;
los ojos que me dieron, que no fueron de carne;
allí están en la sangre
mirando el lado opuesto, la forma diferente,
el oculto sentido de la carne y la esencia;
porque todas las cosas tienen su doble sombra,
hasta la voz y el viento.


CANCIÓN DIALOGADA POR VOCES EN EL VIENTO

-Quiero el haz de tus gritos
apretados y juntos
para forjar con ellos
un pueblo de palabras,
una ciudad de voces
con campanas azules.

¿Sin que por ello tengas
que dejar los jirones
de tus nardos de cielo
rendidos de los dedos
oscuros de mis sombras?

-Entonces no comprendo
por qué has llegado a mí
sin una temblorosa
canción entre las manos.

¿Es que se han muerto todos
los pájaros del mundo,
y ni siquiera cantan
ahora las estrellas?

-Floreceré jardines
de músicas en ellas,
para que tú vendimies
ternuras de azucenas.

-Ya te he dicho mil veces
que no quiero palabras;
hay algo más en ellas...

-¿Quieres decir canciones?
¿Voces estremecidas?

-Yo pienso que son tales,
aún cuando ellas no tengan
ese temblor sublime
que es propio de las alas.

-¿Es que ignoras acaso
que hace tiempo que el canto
no se espiga en los labios
angustiados del mundo?

Todos los que cantaban
se hundieron en un negro
silencio sin estrellas,
sin árboles en donde
pudieran amarrar
las sombras de sus sueños.

-¿Quieres decir que han muerto;
que no existe quien pueda
humanizar de nuevo
los pesares del mundo?

-Es mejor que no digas
esas cosas tan alto.

Puede que nos las oigan
aquellos que no saben
de nuestro mar de llanto
derramado por todas
las mariposas muertas.

-Hay algo que ignoramos
que transmuta la forma
sensible de las cosas.

Quizás por ello sea
que en mi mente tus manos
se estremecen ahora,
lo mismo que la sombra
pequeña de los lirios
hundidos en el agua.

-¿Por qué dices tal cosa?
¿Cuándo no fue de lirios
la sombra de mis manos?


Franklin Mieses Burgos

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