Hermanos:
Durante la semana supe de Raul, joven electricista dedicado casi a tiempo completo a la construcción de un amor llave en mano.
Contra todo pronóstico, Raul mantiene al día su programa de obra.
-Tengo muchos problemas con el nido, -me dijo, -no tengo pieza propia todavía.
Eso ya llegará, - le dije- pero dime,
¿Con ella tú eres tú o ensayas un modelo?
Eso ya llegará, - me dijo- ahora sólo le muestro mis bondades.
Tengo que mejorar los niveles de ingresos, - me dijo- me inscribí en Infotep.
Eso ya llegará, - le dije- que no te asalten dudas, pero dime,
¿Cómo van las verdades? - le dije- ¿puedes gritar amor impunemente?
Eso ya llegará y ahora comprendo que el llave en mano, en el amor, no tiene término. Siempre falta un quehacer, nunca se acaba.
Dejemos a Raul y a Yessenia y vamos a lo nuestro.
Hoy les traigo de nuevo a Fernando Valverde, joven poeta español nacido en Granada en 1980 y a quien debemos seguir de cerca porque es muy bueno. En esta muestra de su poesía traemos tres poemas de su obra inédita "Los ojos del pelícano"
Que tengan bonita semana.
Mario
www.poemadelunes.blogspot.com
www.quijoteurbano.blogspot.com
LOS PÁJAROS
Los niños de Managua venden pájaros.
Saben cantar canciones en medio del invierno,
no conocen el frío,
imaginan la nieve como un momento hermoso
imposible en sus vidas,
conocen el temblor bajo los pies,
cuentan historias tristes mientras la gente huye,
hacen cantar sus pájaros de barro,
hacen sonar el viento como quien pide ayuda
en medio de un naufragio.
Pero todo es naufragio.
Los ahogados, sentados en las plazas,
reconocen la paz que el tiempo ha sometido
con balas que mordieron las espaldas
de algunos hombres tristes.
Los niños de Managua sueñan con ser pelícanos
y buscan un océano,
y golpean sus rostros contra el agua
hasta perder la vista.
tienen las manos llenas de colores,
miran al cielo y vuelan hasta San Juan del Sur,
pierden el miedo al miedo,
logran ser como pájaros
que abandonan las manos de la muerte,
las sucias manos pobres del desierto
EL MERCADO
Vas a venderme el mundo con las manos
pero aún no lo sabes.
Mira tu cuerpo triste,
tus piernas ya cansadas de llorar.
Vas a venderme el mundo
porque siempre fue tuyo y nunca lo quisiste
llevar contigo.
Cansada de estar viva,
como todos los vivos que no han visto un cadáver,
vas a venderme el mundo a cambio de un secreto
que apenas vale nada.
Cómo explicarte
que nada se parece al sueño en que has creído,
nada existe detrás, tú lo sostienes,
la tierra que en tus manos vale nada
esconde mis secretos y mis dudas.
Qué podría contarte sin concluir en llanto,
préstame tu memoria para besar la tierra
y consiente que todo tenga un precio
que no pueda pagar,
un valor añadido por rozarte los dedos.
LAS AVISPAS
Siempre he tenido miedo a las avispas.
De niño, en una hermosa casa con jardín,
los veranos tejían una trampa
en los charcos, los troncos y las grietas.
Y eran sus picaduras como negras espinas
clavadas en las piernas y en los brazos.
Eran avispas frágiles,
las avispas de Europa no muerden en los ojos
ni provocan espasmos.
Una tarde,
aquel niño montaba en bicicleta
junto a una hilera exacta
de pinos que impedían
que el jardín se mezclase con la tierra.
Guardo un trozo de niebla en la memoria
y un instante después
el manillar se cruza y de los pinos
son decenas las flechas
que salen a mi encuentro.
Han pasado los años
y aquel lugar aún guarda
avispas de colores que parecieron mirlos.
Porque siguen allí,
no pueden alcanzarme sus agujas,
pero hay veces que escucho sus zumbidos
y una sucia nostalgia me recuerda
el sabor del veneno.
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