domingo, 6 de septiembre de 2009

Lunes 31 de agosto de 2009






Hermanos:

La semana pasada les comenté del amor entre Ana y Bill, un verdadero amor de huracanes. Pues bien, parece que el buen juicio y la sensatez no son cualidades que abundan entre los seguidores de poema de lunes. Más bien se diría que la locura campea por sus fueros y lo decimos porque ha habido quienes en su delirio han pedido que sea yo quien presente la sección del informe del tiempo en el noticiero de la tarde.

Entienden estos insensatos que la explicación dada por nosotros acerca del comportamiento de Ana y de Bill se comprendía mejor y estaba más apegada a la verdad de lo ocurrido, mucho más que la explicación tradicional, la que se empeña en presentar a las bajas presiones, a las masas de aire caliente y a la aceleración de coriolis, como si esas creaciones del intelecto tuvieran algo que ver en el asunto.

Lo peor del caso es que he aplaudido al enterarme de la propuesta. Es una lástima que los que tienen a su cargo la producción del noticiero de la tarde no reciban poema de lunes.

En otro orden de ideas, les comento que a finales de septiembre, del 23 al 28, estaré en Pittsburgh, USA, visitando a Mario y Laura.

Es una hermosa ciudad marcada por la confluencia de dos rios. Originalmente fue ciudad industrial, pero actulmente es una ciudad de universidades, llena de jóvenes, buena comida, buenos bares, muy buena compañía y el inicio del otoño. Ya les contaré cuando regrese.
Bien, ahora a lo nuestro.

Hoy les traigo a José Santos Chocano, poeta peruano de principios del siglo pasado.

Que tengan bonita semana.

Mario



EL SUEÑO DEL CAIMÁN


Enorme tronco que arrastró la ola,
yace el caimán varado en la ribera;
espinazo de abrupta cordillera,
fauces de abismo y formidable cola.


El sol lo envuelve en fúlgida aureola;
y parece lucir cota y cimera,
cual monstruo de metal que reverbera
y que al reverberar se tornasola.


Inmóvil como un ídolo sagrado,
ceñido en mallas de compacto acero,
está ante el agua estático y sombrío,

a manera de un príncipe encantado
que vive eternamente prisionero
en el palacio de cristal de un río.



NOSTALGIA

Hace ya diez años
que recorro el mundo.
¡He vivido poco!
¡Me he cansado mucho!

Quien vive de prisa no vive de veras,
quien no echa raíces no puede dar frutos.

Ser río que recorre, ser nube que pasa,
sin dejar recuerdo ni rastro ninguno,
es triste y más triste para quien se siente
nube en lo elevado, río en lo profundo.

Quisiera ser árbol mejor que ser ave,
quisiera ser leño mejor que ser humo;
y al viaje que cansa
prefiero terruño;
la ciudad nativa con sus campanarios,
arcaicos balcones, portales vetustos
y calles estrechas, como si las casas
tampoco quisieran separarse mucho...
Estoy en la orilla
de un sendero abrupto.

Miro la serpiente de la carretera
que en cada montaña da vueltas a un nudo;
y entonces comprendo que el camino es largo,
que el terreno es brusco,
que la cuesta es ardua,
que el paisaje es mustio...
¡Señor! ¡Ya me canso de viajar! ¡Ya siento
nostalgia, ya ansío descansar muy junto
de los míos!... Todos rodearán mi asiento
para que les diga mis penas y mis triunfos;
y yo, a la manera del que recorriera
un álbum de cromos, contaré con gusto
las mil y una noches de mis aventuras
y acabaré en esta frase de infortunio:
—¡He vivido poco!
¡Me he cansado mucho!

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