domingo, 3 de octubre de 2010

Lunes 4 de octubre de 2010





Hermanos:

La verdad es que a mi no hay que convencerme del origen marino de la especie humana. El ser humano siente fascinación por la mar y en su intimidad se sabe familia de las estrellas marinas, los calamares y los celentéreos.

Los poetas no han sido indiferentes a esa realidad y nos han descubierto esa relación íntima, marina, con metáforas cargadas de significado.

Así, ante un amor perdido dijeron "que anda sin rumbo y achicando llantos, tensando trapos con la mano herida". Marinera perdida "en los mares del norte, mordida por las sombras, cubierta de salitre, sin sextante ni brújula, perdidos el timón y la bitácora"

Y  llamó  a aquel amor y le dijo "Velero que navega repetido por los quietos espejos de la frente, regresa tu paisaje lentamente como si regresara del olvido"

¿Y será también marino ese olvido desde donde se regresa? Y lo dijo Sabina: "Lo que sé del olvido lo aprendí de la luna". Un olvido aprendido de la luna, que es un astro de mar básicamente.

"Que si naufrago me quede en tu orilla". Pedir que la deriva me lleve a tus orillas, perdida la esperanza, luego de naufragar: Si, me bastan tus orillas!

De manera que yo no tengo dudas del origen marino de la Especie. Algún coral, alguna mantarraya fue la abuela común de los humanos.

Más que por agradecimiento, por esa atracción irresistible que siento por la mar, en el patio de casa tengo un mural marino, con palmeras, gaviotas y un velero que se oculta detrás de las bromeliáceas del jardín; y que sólo se asoma, mis amigos lo saben, en noches de pleamar.

Bien, mantengamos el yodo y el salitre porque hoy les traigo el poema 7 de los "Veinte poemas de amor y una canción desesperada" de Pablo Neruda, poeta marinero. Disfrútenlo.

Que tengan bonita semana.

Mario
www.poemadelunes.blogspot.com
www.quijoteurbano.blogspot.com


Poema 7

Inclinado en las tardes tiro mis tristes redes
a tus ojos oceánicos.

Allí se estira y arde en la más alta hoguera
mi soledad que da vueltas los brazos como un náufrago.

Hago rojas señales sobre tus ojos ausentes
que olean como el mar a la orilla de un faro.

Sólo guardas tinieblas, hembra distante y mía,
de tu mirada emerge a veces la costa del espanto.

Inclinado en las tardes echo mis tristes redes
a ese mar que sacude tus ojos oceánicos.

Los pájaros nocturnos picotean las primeras estrellas
que centellean como mi alma cuando te amo.

Galopa la noche en su yegua sombría
desparramando espigas azules sobre el campo. 

Pablo Neruda
 

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