domingo, 13 de marzo de 2011

Lunes 14 de marzo de 2011




Hermanos:

Hace unos días escuché a Gloria hablar de los inmigrantes y especialmente de los haitianos. Gloria es una hermosa dominicana que habla apasionadamente de los procesos de migración y trabaja en el Servicio Jesuita a Refugiados y Migrantes. Luego de escucharla, debo confesar que he modificado la visión que tenía del tema y paso a explicarme:

República Dominicana es signataria de protocolos y acuerdos internacionales que regulan el tema migratorio para evitar el tráfico ilegal, particularmente el tráfico que persigue un beneficio económico de terceros y para preservar la dignidad de la persona. Esos protocolos establecen reglas para el manejo de la población migrante.

Lo primero que debe suceder es que quien ingresa a territorio dominicano debe estar provisto de un documento de viaje, una autorización por parte del país receptor, en este caso Dominicana: una visa. Ese requisito en el caso de la migración haitiana prácticamente no se cumple. Falla el Estado Dominicano porque permite la entrada, en condición de ilegales, de los haitianos.

Esa fuerza de trabajo adicional permite que el precio de la mano de obra se mantenga bajo, de manera que ya se puede ver un beneficio de terceros en toda esta estructura de explotación y corrupción.

Los acuerdos y protocolos establecen que una vez se detecta el caso de un inmigrante ilegal, el Estado receptor debe ceñirse a un procedimiento para la repatriación del ilegal. Ese procedimiento establece la comunicación con el Estado emisor del ilegal, en este caso Haití, para hacer los arreglos de la repatriación. También contempla, entre otras medidas de salvaguarda de la seguridad y dignidad del inmigrante, que en los centros de detención se lleve un registro detallado de toda persona repatriada y  contempla además la no separación familiar.

Falla el Estado Dominicano porque el procedimiento se viola constantemente. En la realidad, un guardia se sube en un autobús sospechoso de transportar nacionales haitianos y pide que se bajen todos los negros. En ese momento ni siquiera la Cédula de Identidad y Electoral de un dominicano negro es válida. Se llevan al grupo a un centro de detención. Aquellos que pueden de alguna manera demostrar su condición de dominicanos la pasan mejor. Los haitianos que tienen con qué pagar la libertad también son liberados. A los indocumentados que quedan, les quitan hasta los celulares y violentando todo el procedimiento, es decir, sin comunicación con el Estado Haitiano ni registro de repatriación, y en muchos casos separándoles de sus familias; los envían a Haití a donde caigan. Seguros de que volverán a pagar para entrar y pagarán luego para no salir. Entre esa entrada y no salida pagadas, se benefician también, y en gran medida, quienes pagan mano de obra barata.

Ese círculo de explotación y corrupción, ocurre a la vista y bajo el patrocinio de toda autoridad. Así no puede ser.

Bien, hoy les traigo a Jacques Viau, poeta haitiano nacido en Puerto Príncipe en 1942 y muerto en la Guerra de Abril de 1965, peleando del lado de los patriotas dominicanos que enfrentaron a los cuarenta y dos mil marines norteamericanos que nos invadieron. Al morir, tenía apenas veintitrés años.

Que tengan bonita semana.

Mario
www.poemadelunes.blogspot.com
www.quijoteurbano.blogspot.com


Nada permanece tanto como el llanto   (VII )

Hemos ido acumulando corazones en nuestro corazón,
palabras en nuestra voz quebrantada por azadones. 

Hemos dejado huellas por todos los caminos
y algunos de nosotros ya no estamos. 

Hemos ido de manos con las sombras.
Nuestro andar es un grito estacionado.
Por cada paso, un día que transcurre.
Por cada palabras, mil palabras que vocifera la prole.
Qué será de nosotros después de esta larga travesía? 

Poco importa si el mármol o la piedra eternizan
nuestro corazón de húmedo barro.
Nos basta con que nuestra voz perdure en la voz
del amigo, en la del compañero de rutas que nos tendió
la mano cuando se aproximaba la caída. 

Hemos llenado muchos de los vacíos que nos legaran.
A otros toca llenar los que nosotros dejaremos.
Apenas tuvimos tiempo para remendar la herencia. 

¿A qué corazón irá nuestro corazón a depositarse?
A qué silbido irá nuestro silbo a renovarse? 

Nada sabemos,
cumplimos una jornada que empezó antes que nosotros
y que no concluirá con nosotros.

Jacques Viau

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