domingo, 17 de julio de 2011

Lunes 18 de julio de 2011

Hermanos:

El próximo 15 de agosto, es decir, dentro de un mes, me voy a poner en manos de los cirujanos para que me arreglen el tendón del supraespinoso, localizado en el hombro, que me desgarré en un accidente típico del tercermundismo y el atraso. Y paso a explicarme:

Serían las nueve de la noche y yo bajaba por una escalera al salir de una reunión de trabajo. En un momento en que tenía el pie izquierdo en el aire, dando el paso de bajar al próximo escalón, se fue la energía eléctrica y todo quedó a oscuras. En fracciones de segundos el cerebro sabe que no puede segur guiando al pie y que el desenlace puede ser fatal. Apoyé el antebrazo en el pasamanos de la escalera y no me caí, pero el equilibrio se logró a expensas del supraespinoso. Cuando estuvimos en Boston con motivo de la graduación de Alberto, aproveché la ocasión y me hice ver por un especialista y la sentencia fue cirugía y se estableció que se cumpliría el 15 de agosto.

Mi primera reacción fue de ira y un poco de "¿Por qué a mi?", pero luego la sabiduría se impuso y llegué a un estado que puede ser definido con la pregunta "¿Que he de aprender de ti, hombro querido?". En ese proceso me ayudó mamá, que me dijo: "Tienes que aprender a ser zurdo".

Tan pronto asumí esa actitud sabia de aceptación y aprendizaje, empezaron a materializarse en mi entorno personas a quienes ya les habían realizado la intervención quirúrgica del supraespinoso. Casos inverosímiles de gente a mi lado que me anima, con movimientos extremos y circulares del brazo, a que me realice la intervención, y resaltan los beneficios que para mi salud presente y futura tiene el procedimiento quirúrgico. De manera que poco falta para que yo decida intervenir quirúrgicamente el hombro sano.

Primera moraleja de esta historia: Si vives en un país tercermundista y atrasado, no te fíes de los servicios, pueden fallar en cualquier momento. Si es de noche y bajas escaleras, hazlo como si no hubiese energía eléctrica, que el ojo sea tu pie.

Bien, ahora a lo nuestro.

Hoy que hemos hablado de escaleras, dirán que me repito, pero es que la tentación es grande. Uno de mis textos favoritos de Cortazar es  "Más sobre escaleras", aquì se los dejo. Disfrútenlo.

Que tengan bonita semana.

Mario
www.poemadelunes.blogspot.com
www.quijoterubano.blogspot.com

Más sobre escaleras.

 

En un lugar de la bibliografía del que no quiero acordarme, se explicó alguna vez que hay escaleras para subir y escaleras para bajar. Lo que no se dijo entonces, es que también puede haber escaleras para ir hacia atrás.

 

Los usuarios de estos útiles artefactos comprenderán sin excesivo esfuerzo que cualquier escalera va hacia atrás si uno la sube de espaldas. Pero lo que en esos casos está por verse, es el resultado de tan insólito proceso.

 

Hágase la prueba con cualquier escalera exterior. Vencido el primer sentimiento de incomodidad, e incluso de vértigo, se descubrirá a cada peldaño un nuevo ámbito, que si bien forma parte del ámbito del peldaño precedente, al mismo tiempo lo corrige, lo critica, y lo ensancha.

 

Piénsese que muy poco antes, la última vez que se había trepado en la forma usual por esa escalera, el mundo de atrás quedaba abolido por la escalera misma, su hipnótica sucesión de peldaños.

 

En cambio, bastará subirla de espalda, para que un horizonte, limitado al comienzo por la tapia del jardín, salte ahora hasta el campito de los Peñaloza, abarque luego, el molino de la Turca, estallen los álamos del cementerio, y con un poco de suerte, llegue hasta el horizonte de verdad, el de la definición, que nos enseñaba la señorita de 3er. grado. Y el cielo, y las nubes, cuéntelas cuando esté en lo más alto, bébase el cielo que le cae en plena cara, desde su inmenso embudo.

 

A lo mejor después, cuando gire en redondo, y entre en el piso alto de su casa, en su vida doméstica y diaria, comprenderá, que también allí, había que mirar muchas cosas en esa forma.

 

Que también en una boca, un amor, una novela, había que subir hacia atrás.

 

Pero tenga cuidado, es fácil tropezar y caerse, hay cosas que sólo se dejan ver, mientras se sube hacia atrás, y otras que no quieren, que tienen miedo de ese ascenso que las obliga a desnudarse tanto.

 

Obstinadas en su nivel y en su máscara se vengan cruelmente del que sube de espaldas para ver lo otro: el campito de los Peñaloza o los álamos del cementerio.

 

Cuidado con esa silla, cuidado con esa mujer.

 

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