domingo, 8 de abril de 2012

Lunes



Hermanos:

 

Sucedió así:

 

Era una pareja de esposos con más de cincuenta años de casados. Él nunca había fumado y ella estaba tratando de dejar de fumar. Ese día ambos estaban en el Mall de Miami, ella comprando como de costumbre y él ocupando los sucesivos bancos de los pasillos del Mall, fuera de las tiendas en las que su esposa iba entrando para hacer las compras. Él no la acompañaba en las tiendas porque no era una actividad que disfrutaba.

 

Ya habían estado de compras toda la mañana y parte de la tarde cuando ella entró en una de las tiendas y él buscó un banco donde sentarse a ver pasar la gente. Escogió un banco de madera, de esos que tienen las patas y los brazos formados por dos marcos metálicos y luego tienen listones paralelos de madera que le dan la forma al banco.  Luego de un buen rato, quizás algo más de una hora, él advirtió que cerca estaba Brookstone, la tienda de artículos curiosos de tecnología, una tienda que sí le tentaba.

 

Se levantó, entró en la tienda, la recorrió y quince minutos después, seguro de haber visto todo lo que exhibía la tienda, regresó a su banco.

 

Ya empezaba a preocuparse por la tardanza de la esposa cuando advirtió que en uno de los listones de madera, abajo del banco, había un papel pegado al banco con un chiclet (goma de mascar). Tomó el papel, tiró el chiclet en el zafacón (cesto de basura) y leyó: "Viejo: estoy del otro lado del Mall comprando Nicorettes. Te quiero"

 

Y yo añado: "Y serán los dos una sola carne"

 

Bien, ahora a lo nuestro.

Hoy les traigo de nuevo a José Pedroni, poeta argentino que trata el tema del amor conyugal y familiar con mucha ternura.

 

Disfrútenlo.

 

Mario

 

 

Maternidad

Mujer: en un silencio que me sabrá a ternura,
durante nueve lunas crecerá tu cintura;
y en el mes de la siega tendrás color de espiga,
vestirás simplemente y andarás con fatiga.

El hueco de tu almohada tendrá un olor a nido,
y a vino derramado nuestro mantel tendido.
Si mi mano te toca, tu voz, con la vergüenza,
se romperá en tu boca lo mismo que una copa.

El cielo de tus ojos será un cielo nublado.

Tu cuerpo todo entero, como un vaso rajado
que pierde un agua limpia. Tu mirada un rocío.

Tu sonrisa, la sombra de un pájaro en el río...

Y un día, un dulce día, quizá un día de fiesta
para el hombre de pala y la mujer de cesta;
el día en que las madres y las recién casadas
vienen por los caminos a las misas cantadas.

El día que la moza luce su cara fresca,
y el cargador no carga, y el pescador no pesca...
-tal vez el sol deslumbre; quizá la luna grata
tenga catorce noches y espolvoree plata
sobre la paz del monte; tal vez en el villaje
llueva calladamente; quizá yo esté de viaje...

Un día, un dulce día, con manso sufrimiento,
te romperás cargada como una rama al viento,
y será el regocijo de besarte las manos,
y de hallar en el hijo tu misma frente simple,
tu boca, tu mirada…, y un poco de mis ojos,

un poco…, casi nada.


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