Hermanos:
En Santo Domingo los niveles de inseguridad han ido creciendo aceleradamente en los últimos 15 años. Todavía no estamos a la par con las ciudades más inseguras de nuestra Latinoamérica, pero lo que era una plácida ciudad hasta mediados de los noventa ha ido perdiendo la paz y cada vez son más frecuentes las raterías de carteras o teléfonos celulares; también se ha incrementado el atraco a mano armada y ese auge de la violencia viene trabajando en favor de revertir nuestro ánimo generoso y desprendido, para intentar convertirnos en lo que no somos, unos seres recelosos, incapaces de confiar en el prójimo.
A raíz de la subida escandalosa de los precios del petroleo y de la crisis alimentaría que se nos avecina, me ha estado rondando una idea que creo que podría funcionar y quisiera compartirla con ustedes para que me digan si conocen alguna experiencia similar o si creen que simplemente me pasé de poesía.
Nuestro transporte público es actualmente un verdadero desastre. Esa condición de ineficiencia en el transporte público ha sido la causa de que el dominicano de la ciudad le asigne la mayor prioridad a la posesión de un vehículo y hoy vemos nuestras calles, en las horas pico, llenas de vehículos ocupados por uno y a lo sumo dos personas y por otra parte un ejercito de personas deseando tener un vehículo propio, para no verse obligadas a utilizar el pésimo e ineficiente transporte público.
La idea que me ronda es que podríamos brindar la seguridad a los propietarios de vehículos para que puedan brindar autoestop, es decir, para que puedan tomar pasajeros que necesitan transporte y que estén en su ruta y llevarlos de gratis; en Santo Domingo a ese método se le conoce como "dar bolas".
Las garantías de seguridad se podrían establecer con cámaras de vídeo que filmarían todo lo que ocurre en las áreas designadas para el autoestop.
Bueno, hay formas variadas de garantizar que se conoce la identidad de quien aborda el automovil.
Lo más importante en este proyecto es que estaríamos restaurando la confianza en el otro y sería un excelente ejercicio de generosidad que me consta que mueve a todos los dominicanos.
Díganme si estoy pasado de poesía o si conocen experiencias similares.
Ahora a lo nuestro.
Hoy les traigo dos poemas nuestros, de uno conozco su autor, Emilio A. Morel; el segundo es de autor anónimo o por lo menos desconocido por mi. Ambos poemas dicen de nuestras costumbres y de alguna manera nos retratan.
Que tengan bonita semana
Mario.
Dominicano libre
Cuando llega el domingo en la mañana
ensillo el portro rucio de más brío,
cojo un gallo, concierto un desafío
y marcho a la gallera más cercana.
Cruzo haciendo disparos la sabana
me detengo en algún que otro bohío
y dando vivas al caudillo mío
me tomo cuatro veces la mañana.
Dos cosas me subyugan: la morena
con quien paso las noches en la plena
y hace que el alma de entusiasmo vibre
y la voz legendaria y palpitante
que responde al ¿Quién vive? interrogante
llena de Fe: ¡Dominicano libre!
Emilio A. Morel
El día en que yo la vide
El día en que yo la vide
no sé lo que fue de mí
hay cosas que el cuerpo pide
no debiéndolas pedir.
Cortante sin ser cuchillo
mujer de la población
tu amor fue como un cadillo
clavado en el corazón.
Bailé con ella una noche,
noche que fue como el día,
la cabeza se me moche
si no es cosa`e brujería
el merengue de esa noche
lo estoy oyendo toavía.
Anónimo.
1 comentario:
Compadre.. sería una maravilla pero creo que se esta pasando de poesía... no por la falta de buena voluntad y generosidad de la gente... de eso no tengo dudas... pero por las manzanas podridas que aparecen que se aprovecharían de esa buena voluntad...Besos...Patricia
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