domingo, 15 de mayo de 2011

Lunes 16 de mayo de 2011

Hermanos:

Estoy en Pittsburgh, hermosa ciudad norteamericana entre ríos. Hoy asistí a la graduación de Mario, mi hijo mayor, que recibió su título Doctor (PhD) en Ingeniería Civil y Medioambiental de Carnegie Mellon University (CMU). El próximo domingo estaré en Boston en la graduación de Alberto, el segundo de mis hijos que recibirá su título de Maestría en Banca y Finanzas, de la escuela de leyes de Boston University. De manera que ya se pueden imaginar cómo puede andar un padre celebrando el éxito de sus hijos.

En la ceremonia de graduación de hoy, en Carnegie Mellon, habló  Aron Ralston, el joven norteamericano que quedó atrapado por una roca  en una grieta de una zona desértica de Colorado y se vio en la necesidad de cortarse la mano para salir y sobrevivir. Su historia fue llevada al cine con el nombre de 127 horas. El testimonio de este joven fue alentador. Paso a paso nos relató cómo una experiencia de muerte podía ser convertida en experiencia de vida. Luego de 5 días sin alimentarse, en el fondo de una caverna y con la mano atrapada por una roca fue capaz de entender y aprender que no importan los logros ni los éxitos, importa lo que eres y cómo te relacionas con los demás: Importa cómo amas. Él, que perdió una mano, dijo no haber perdido nada en esas 127 horas de tormento.

Ahora he tenido un pequeño reposo en la celebración y lo estoy aprovechando para enviar estas notas de por donde ando. En la noche iremos a Point Brugge Café, un restaurante con un gran ambiente.

En otro orden les comento que en la ceremonia de graduación de CMU estábamos sentados a un costado del escenario, pero lo suficientemente cercanos al mismo como para apreciar en detalles los gestos de la joven que traducía, a lenguaje de signos, lo que sucedía en el escenario con cada uno de los que hacían uso de la palabra. No sé nada de lenguaje de signos, pero mientras exponían los disertantes, yo, sin dejar de escucharlos, dediqué mi atención a la joven. Lo primero que resultó obvio es que no se trata de un lenguaje frío. La que hablaba lo hacía apasionadamente, movía los labios como si hablara y hacía expresiones y gestos que se podían entender en cualquier idioma. Cuando entonaron el Himno Norteamericano, quien mejor lo cantó, quien le puso la patria en cada gesto fue esa joven. No sé, pero luego de mirarla por un tiempo, pensé que, a pesar del desfase entre la palabra oral y el gesto, aquí se daba igual que en las películas, que el inglés lo entiendo mejor con las letricas.

Bien, ahora a lo nuestro.

Hoy les traigo al inmortal Mario Benedetti, con su "Amor de tarde".

Que tengan bonita semana.

Mario



Amor de tarde.

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cuatro
y acabo la planilla y pienso diez minutos
y estiro las piernas como todas las tardes
y hago así con los hombros para aflojar la espalda
y me doblo los dedos y les saco mentiras.

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cinco
y soy una manija que calcula intereses
o dos manos que saltan sobre cuarenta teclas
o un oído que escucha cómo ladra el teléfono
o un tipo que hace números y les saca verdaes.

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las seis.
Podrías acercarte de sorpresa
y decirme "¿Qué tal?* y quedaríamos
yo, con la mancha roja de tus labios
tú, con el  tizne azul de mi carbónico.

Mario Benedetti.












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