domingo, 29 de enero de 2012

Lunes 30 de enero de 2012



Hermanos:

Los dominicanos estamos ante la necesidad de hacer un alto y empezar a sentir de manera diferente, y esto así, para que esa nueva forma de sentir nos ayude a ver la realidad de manera tal que podamos actuar guiados todos por un objetivo común. Para los dominicanos no es difícil lograrlo porque si existe un pueblo generoso, ese somos nosotros. Pero estamos divididos y siento que esa división ha crecido exponencialmente en los últimos 50 años. Básicamente nos divide el egoísmo, que está presente en todas nuestras relaciones.

Algo me dice que hoy tenemos la oportunidad de cambiar ese rumbo que nos conduce a la destrucción como pueblo. Hay muchos dominicanos y dominicanas transitando ese camino de sentir, ver y actuar diferente.

Ese sentir y ver diferente, parten de saberse humanidad y sentirse conectado incluso más allá de la humanidad, con toda la creación. Y no es un conocimiento del intelecto sino una certeza que se tiene porque de alguna manera se ha vivido esa experiencia: No se muere una flor sin que tiemble una estrella, cada niño que hace es hijo nuestro, cada viejo que muere es nuestro abuelo.

El sueño, la utopía a la que tenemos derecho precisamente porque soñamos, es que desde que nace ese niño hasta que muere de viejo, ese ser humano esté seguro de que tiene una sociedad que lo acompaña, para la cual ha sido hijo niño, hijo adolescente, hermano adulto y abuelo envejeciente. Como en familia, un verdadero sueño de vida digna.

La responsabilidad que tenemos los que hoy estamos vivos en esta tierra tan querida, es la de encarnar ese sueño en nuestras vidas para que nuestras actuaciones nos delaten: Vida digna. Luego de reconocernos, tenemos que generar la urdimbre de esa trama social basada en la confianza, tan necesaria y tan ausente. Y basta, lo demás es  vivir persiguiendo ese sueño. Dicen los chinos que "Al polluelo de la grulla no hay que indicarle dónde está su madre; su instinto se lo dice". Así también a un pueblo. Un grupo de dominicanos y dominicanas encarnando y persiguiendo un sueño de vida digna, libre de segundas intenciones, no pasa desapercibido para ese pueblo, su instinto le permite reconocer el arrullo de su madre. Ese arrullo, para que sea el de su madre, debe ser unísono y compartido por una cantidad mínima de dominicanos y dominicanas y sobre todo, libre de segundas intenciones.

Al inicio dije que ese sentir y ver diferentes tenían su base en una experiencia personal y que no era un conocimiento puramente intelectual. A esa experiencia personal se llega por diversos caminos, la Fe es uno de ellos, pero  aquí les propongo, como una manera de acelerar el proceso, que nos expongamos a una experiencia personal, no necesariamente religiosa, que podría ayudar en ese sentir y ver diferentes que nos permita enfocar nuestras actuaciones hacia ese sueño de vida digna. La cosa es como sigue:

"Dedique al menos dos horas a la semana a un servicio comunitario no remunerado".

Hay consejos que ayudan en el proceso. Deje que sea su corazón el que selecciones dónde aportará sus servicios; otra manera de decirlo es: déjese elegir, no elija usted. Otro consejo que ayuda grandemente es no ser necio, uno no es el que más sabe, tratar de comprender lo que sucede y con toda humildad brindar apoyo. Por último, ojalá que el servicio comunitario no remunerado lo haga lo más alejado posible de su ambiente seguro; cuando se es vulnerable se entienden muchas cosas.

Nadie es inmune a ese proceso. Sólo es cuestión de tiempo.

Vida digna: La revolución de los poetas.

Bien, ahora  a lo nuestro. Cada vez que toco estos temas, que de alguna manera hablan de una canción que estaba tirada por el suelo, que  hallaron unos hombres que luego me la dieron porque tuvieron miedo de aprender a cantarla; o cuando trato temas que hablan de que se me fueron los ojos por mirar la presencia posible de las cosas que pasan como el río y ahora tengo en la sangre otros ojos que miran por encima del aire, por encima de toda transparencia distante; cada vez que toco estos tema,  me sale Franklin Mieses Burgos, el poeta dominicano que más hondo me cala. Hoy les traigo de nuevo a este enormísimo poeta dominicano.

Que tengan bonita semana.

Mario
www.poemadelunes.blogspot.com
www.quijoteurbano.blogspot.com


ESTA CANCIÓN ESTABA TIRADA POR EL SUELO

Esta canción estaba tirada por el suelo,
como una hoja muerta, sin palabras;
la hallaron unos hombres que luego me la dieron
porque tuvieron miedo de aprender a cantarla.

Yo entonces ignoraba que también las canciones,
como las hojas muertas caían de los árboles;
no sabia que la luna se enredaba en las ramas
náufragas que sueñan bajo el cristal del agua,
ni que comían los peces pedacitos de estrellas
en el silencio de las noches claras.

Yo entonces ignoraba muchas cosas iguales
que eran todas posibles en la tierra del viento,
en donde la leyenda no es una hierba mala
crecida en sus riberas, sino un árbol de voces
con las cuales dialogan las sombras y las piedras.

Yo entonces ignoraba muchas cosas iguales
cuando aún no era mía
esta canción que estaba tirada por el suelo,
como una hoja muerta, sin palabras;
pero ahora ya sé de las formas distintas
que preceden al ojo de la carne que mira,
y hasta puedo decir por qué caen de rodillas,
en las ojeras largas que circundan la noche,
las diluidas sombras de los pájaros.


CANCIÓN DE LOS OJOS QUE SE FUERON

Se me fueron los ojos por mirar la presencia
posible de las cosas que pasan como el río,
como el pájaro blanco de una luna sin alas,
como el cristal en donde se desnuda el silencio.

Desde niño se fueron...
y ahora tengo en la sangre
otros ojos que miran por encima del aire,
por encima de toda transparencia distante,
y esta es mi pena ahora: el término y distancia;
el que yo muera siempre, mientras los otros cantan
cuando yo me deshago de llanto entre las yerbas
buscando la sonrisa que olvidan las estrellas
al huir presurosas ante la luz del día.

Yo me iría tirando también como los otros
en un cauce perfecto mis redondas palabras;
pero no puedo, no; hay otras formas mudas
que me llaman más hondo que la voz de las aguas.

Yo sé que nadie ignora la vida de mis ojos
allí donde la niebla tiene rosas moradas,
y el silencio devora la imagen de otra luna
hecha de anochecidas canciones apagadas;
allí donde los nardos son palomas crecidas
con las alas quebradas,
y el jilguero no es sólo la dulzura de un canto,
sino una ruta ancha por donde de puntillas
llega de noche el alba;
quiero decir: allí donde todas las hojas
elaboran por dentro de la savia fecunda
de sus verdes entrañas,
la presencia de una primavera enterrada,
en donde están gritando de angustia por su vida
las rosas que no nacen;
allí están mis ojos: los ojos de mi sangre,
los que miran tan sólo por encima del aire,
por encima de toda transparencia distante;
los ojos que me dieron, que no fueron de carne;
allí están en la sangre
mirando el lado opuesto, la forma diferente,
el oculto sentido de la carne y la esencia;
porque todas las cosas tienen su doble sombra,
hasta la voz y el viento.

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