Hermanos:
Ocurrió así:
Eran tres amigos que apenas iniciaban la adolescencia y que, con las primeras sombras de la noche, conversaban junto a la hoguera en el ambiente privilegiado de la sierra.
A los trece años, de lo único que puede hablar con seriedad el hombre, es de ellas, y de eso hablaban:
-Que si a mi me gusta Margarita…
-Que Rosanna se está explotando de buena…
-Coño y la tengo al lado todo el día… , decían…
-Yo no puedo ni mirar para atrás porque Rosy viene con esa faldita…, decían…
-Que buena está…, muchas veces dijeron.
Eran, el olfato del sexo buscando la pareja.
Hay que ser hombre y haber tenido trece, para saber lo que hace una mujer con ese joven.
Los tres celebraban a las mejores hembras y a mi me dejaban estar bajo un alegato de "tío cómplice", que yo disfrutaba plenamente.
En algún momento le preguntaron:
¿Y a ti, que no te has decidido por ninguna, cuál es la que de verdad te desborona?
El joven de trece guardó un breve silencio reflexivo y luego dijo:
- "A mí no me gustan las que están buenas, a mí me gustan las que son bonitas."
Poeta de trece.
Hasta aquí el relato, ahora a lo nuestro.
Existe una versión de la historia de La Caperucita que me ha conmovido desde niño. Es un breve poema de Francisco Villaespesa, poeta y dramaturgo español que vivió algún tiempo en Santo Domingo. Aquí les dejo su Caperucita
Que tengan bonita semana.
Mario
Caperucita
Caperucita, la más pequeña
de mis amigas, ¿En dónde está?
-Al viejo bosque se fue por leña
por leña seca para amasar.
-Caperucita, di, ¿No ha venido?
¿Cómo tan tarde no regresó?
-Tras ella todos al bosque han ido
pero ninguno se la encontró.
-Decidme niños ¿ Qué es lo que pasa?
¿Qué mala nueva llegó a la casa?
¿Por qué esos llantos? ¿Por qué esos gritos?
¿Caperucita no regresó?
-Sólo trajeron sus zapatitos,
¡Dicen que el lobo se la comió!
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