martes, 6 de febrero de 2007

Lunes 15 de Enero de 2007

Hermanos:

Fiel a este ritual de inicio de semana, aquí les envío este poema de lunes.

En esta oportunidad se trata de dos textos en prosa de Eduardo Galeano de “El Libro de los Abrazos”

Mi primer libro de los abrazos llegó a mis manos como debe llegar el libro de abrazos, de manos de un amigo que me abrazó con él, con el compromiso de mi parte, de abrazar a otros más adelante, hasta que en algún momento regresara a su dueño original para iniciar de nuevo el recorrido.

Ese primer libro de los abrazos ya desanduvo y regresó a su dueño; pero yo me quedé con el vacío que generó su ausencia y compré otro que actualmente recorre sus caminos.

Que tengan una bonita semana.

Mario


La función del lector

Era el medio siglo de la muerte de César Vallejo, y hubo celebraciones.

En España, Julio Vélez organizó conferencias, seminarios, ediciones y una exposición que ofrecía imágenes del poeta, su tierra, su tiempo y su gente.

Pero en esos días Julio Vélez conoció a José Manuel Castañón; y entonces todo homenaje le resultó enano.

José Manuel Castañón había sido capitán en la guerra española. Peleando por Franco había perdido una mano y había ganado algunas medallas.

Una noche, poco después de la guerra, el capitán descubrió, por casualidad, un libro prohibido. Se asomó, leyó un verso, leyó dos versos, y ya no pudo desprenderse.

El capitán Castañón, héroe del ejército vencedor, pasó toda la noche en vela, atrapado, leyendo y releyendo a César Vallejo, poeta de los vencidos.

Y al amanecer de esa noche, renunció al ejército y se negó a cobrar ni una peseta más del gobierno de Franco.

Después, lo metieron preso; y se fue al exilio.



Crónica de la ciudad de Quito


En las manifestaciones de izquierda, desfila a la cabeza. Suele asistir a los actos culturales, aunque lo aburren, porque sabe que después hay farra. Le gusta el ron, sin hielo ni agua, pero que sea cubano.

Respeta los semáforos. Camina Quito de punta a punta, al derecho y al revés, recorriendo amigos y enemigos. En las subidas, prefiere el ómnibus, y se cuela sin pagar boleto. Algunos choferes le tiran la bronca: cuando se baja, le gritan tuerto de mierda.

Se llama Choco y es buscabronca y enamorado. Pelea hasta con cuatro a la vez; y en las noches de luna llena, se escapa a buscar novias. Después cuenta, alborotado, las locas aventuras que viene de vivir. Mishy no le entiende los detalles, aunque le capta el sentido general.

Una vez, hace años, se lo llevaron muy fuera de Quito. La comida no alcanzaba, y resolvieron dejarlo en el lejano pueblo donde había nacido. Pero volvió. Al mes, volvió. Llegó a la puerta de su casa y se quedó ahí tirado, sin fuerza para celebrarlo moviendo el rabo, ni para anunciarlo ladrando. Había andado por muchas montañas y avenidas y llegó en las últimas, hecho una piltrafa, los huesos a la vista, el pellejo sucio de sangre seca. Desde entonces odia los sombreros, los uniformes y las motocicletas.


Eduardo Galeano (El Libro de los Abrazos)

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