domingo, 25 de julio de 2010

Lunes 12 de julio de 2010






Hermanos:

La semana ha presentado motivos para celebrar.

Por una parte España ganó el mundial de fútbol, como era nuestro deseo, y lo hizo en un juego memorable.
Hay que recorrer un campo de fútbol, de esquina a esquina, para reconocer la magnitud de sus dimensiones. Pasarse dos horas correteando ese campo no es un juego, y hacerlo mientras se evita, con los pies, que le quiten la pelota y al mismo tiempo tratando de organizar la cosa para colar ese balón dentro la pequeña área de la portería, es verdaderamente un ejercicio de titanes. Cuando se logra un gol estamos en presencia de un hecho milagroso.

Felicidades a España y a todos los que sin ser españoles nos sentíamos representados por sus colores.

El segundo motivo de celebración fue un concurso de bandas musicales que se organizó en Santo Domingo y que el pasado sábado tuvo su evento de cierre del concurso. Se presentaron 37 bandas al concurso. En una primera eliminatoria quedaron cinco bandas finalistas y la noche del sábado pasado seleccionaron a la banda Filho do Sol, como ganadora. Es una banda de adolescentes, compañeros todos del mismo colegio, en la cual el mayor de sus miembros tiene 17 años y el menor tiene 15. Básicamente un teclado, dos guitarras, bajo, batería y una joven vocalista. Marcos, mi hijo, toca la primera guitarra y están felices.

Felicidades a Filho do Sol, muy merecido el premio, lo han hecho muy bien!!!

Bien, hoy les traigo a Franklin Mieses Burgos, probablemente el poeta dominicano que más hondo me cala.

Que tengan bonita semana.

Mario
www.poemadelunes.blogspot.com
www.quijoteurbano.blogspot.com


Cuando la rosa muere

Cuando la rosa muere
deja un hueco en el aire
que no lo llena nadie.
Ni el eco que sepulta
su desolado rostro
herido en otra arena,
ni la luz que va sola
en río transparente
hecho por serafines,
ni la sombra que es ala
de un pájaro de nieblas
nacido sobre el viento.
Cuando la rosa muere
deja un hueco en el aire
que no lo llena nadie.

Sólo el llanto lo anega
con sus blancas estatuas
de sal petrificada,
con sus astros caídos
y sus nubes viajeras;
sólo el llanto lo anega
en estrellas pequeñas,
cuando la rosa muere
deja un hueco en el aire
redondo como un nido
para acunar tus penas.

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